lunes, 31 de diciembre de 2007

NUNCA PENSE QUE ESTARIA DE ACUERDO

Las crónicas acerca del 2 de octubre de 1968, señalan que en el noticiero nocturno de la televisiòn, Jacobo Zabludovsky titular de ese informativo (que por cierto no había otro) comenzò su información diciendo: "hoy fue un día soleado y sin problemas", siendo que unas horas antes, decenas de estudiantes habían sido masacrados en Tlatelolco; periodista gubernamental, se distinguió siempre por desvirtuar las noticias, desinformar, sesgar los comentarios y todo al gusto de la clase dominante. Por esta razón es que nunca pensé en estar de acuerdo con una columna suya, como la que publicó en El Universal recientemente.
Transcribo la columna antes citada.

Tampoco voté por López Obrador

Andrés Manuel López Obrador acusa al presidente Felipe Calderón de mentir cuando contestó a mi pregunta sobre si no hubiera sido sano recontar voto por voto y casilla por casilla el 2 de octubre. “No dependía de una cuestión voluntarista mía o de nadie, sino de lo que la ley dijera”.

López Obrador recordó que envió una carta a Calderón en la que le advertía que “la mancha del fraude electoral no se quita ni con el agua de todos los mares del mundo; ni lo pensó, en menos de tres horas me mandó su respuesta y fue un no. Calderón es un falsario”. La declaración fue hecha en Axapusco, estado de México, el viernes 7 de diciembre. El ex candidato a la Presidencia cumple, municipio a municipio, la promesa de visitar personalmente todos los de la República para combatir así la política de la televisión mexicana que lo menciona sólo para agredirlo: “Se la pasan diciendo que no valemos nada, que nuestro movimiento está desarticulado, pero todos los días, religiosamente, hablan de nosotros. Se reúnen los comentaristas de radio y televisión para debatir lo que hace o dice el ‘presidente legítimo’ ”. Siempre para injuriar o distorsionar sin respetar el derecho de réplica. “Los alcahuetes de los medios de comunicación llevan año y medio hablando de nosotros y no se nos da la voz, porque los tienen apergollados, o más que apergollados se alquilan, se venden, salvo honrosas excepciones”. Entre estas últimas espero que Andrés ubique mi programa “De 1 a 3”, de Radio Centro, donde él habló cuando quiso mientras fue candidato y el micrófono sigue abierto. Respeto su lucha, su tenacidad, la defensa obstinada del proyecto con el que uno puede o no estar de acuerdo, pero cuenta con el apoyo de más o menos el mismo número de ciudadanos que votaron por Felipe Calderón.

Habrá de reconocerse que la lucha actual de López Obrador se libra sin violencia alguna y los únicos excesos son verbales si se consideran así los calificativos de “ilegítimo” y “espurio” con los que califica a Calderón y su gobierno y el haberse cruzado el pecho con la banda presidencial y llamarse “presidente legítimo”. Son tácticas de lucha en un terreno no transitado antes, al que fue llevado por el fallo electoral que siguió al 2 de julio y el obvio y antiético trato de los noticiarios y programas que obedecen a los negocios de las empresas. La solidez de un luchador político se mide más bien en la derrota que en el triunfo y AMLO no se ha dejado abatir, aun admitiendo errores que contribuyeron a echar leña al fuego de la intervención de Fox, la presión de las organizaciones patronales y el uso de las concesiones de radio y televisión puestas al servicio de sus enemigos.

Cuando el PRI y el PAN ya son la misma cosa, se mueven por los mismos impulsos y corren juntos hacia la misma meta, una voz de la oposición es indispensable en México si se quiere llegar a la maduración democrática a la que aspiramos y aún está lejana. Cuando los partidos de izquierda dudan, se fragmentan y no definen sus objetivos con claridad, es necesaria, sin juzgar sus tesis, la postura de equilibrio para el juego de contrapesos, esenciales en toda democracia. El sistema de fuerzas que la define no es posible si falta una de ellas. En ese sentido es valiosa la conducta de López Obrador y más daño hace a los intereses del pueblo mexicano la conspiración del silencio, que de los medios electrónicos se ha extendido a la mayoría de los impresos, que las críticas de Andrés Manuel al pasado proceso electoral y al actual ejercicio de Calderón. Sobre todo si comprobamos que en algunos de sus programas, leyes y obras, hay más referencias a las bases de campaña y promesas electorales de López Obrador que a las posturas del PRI y del PAN, los partidos del Presidente.

Por el número de mexicanos que votaron por él, por la fuerza con que su proyecto de gobierno ha influido sobre Calderón, y por la necesidad ineludible de una presencia crítica sin ataduras para reprobar los errores, omisiones o concesiones indebidas de las actuales autoridades, la voz de López Obrador hace un servicio a México. Dicho sea lo anterior sin aceptar sus enunciados, porque no debemos coincidir para reconocer el servicio que la crítica y la denuncia hacen a un país carente de ellas, donde el Poder Legislativo, y hoy también el Judicial, sufren un desprestigio que los inhabilita en la función constitucional del reparto tripartita del poder.

Por último, dos declaraciones de Andrés Manuel López Obrador que la televisión y casi toda la radio no han transmitido: “Eso es lo que hubieran querido nuestros adversarios (habla de una confrontación violenta), que perdiéramos la calma y nos enfrentáramos a la policía y al Ejército, pero desde el principio decidimos que no queríamos la violencia porque no la necesitamos; este es un movimiento que va a lograr por la vía pacífica el cambio que el país demanda”. Y otra: “El próximo año México va a recibir tres duros golpes: primero, se abren las fronteras para permitir el libre paso de maíz y frijol con perjuicio para los agricultores mexicanos; segundo, se cargan impuestos que tendrá que pagar el pueblo, derivados de la reforma fiscal, y tercero, la entrada en vigor del impuesto al gas y el diesel, que va a desencadenar alzas en todos los sectores. Enero va a ser un mes negro para los mexicanos, a quienes van a volver a bolsear con esta cascada de incrementos”.

Reitero, no voté por él.

Reitero también, nunca pensé en estar de acuerdo con Zabludovsky.



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